viernes, 14 de noviembre de 2008

EL REGRESO


Después de dos años de permanecer en estado de coma profundo, Antonio Almeida había vuelto a la vida. Fue un regreso como de un sueño muy pesado e intenso. Parecido a esas pesadillas prolongadas que uno tarda mucho tiempo en abandonar.
Antonio fue recobrando el conocimiento lentamente, tan despacio que todo parecía seguir igual.
Sus familiares y amigos ya se habían acostumbrado a verlo siempre en la misma posición, con el mismo aspecto macilento e idéntico gesto; hierático como una estatua de sal.
De modo que cuando el señor Almeida tuvo conciencia de su persona, nadie pareció darse cuenta de ello. En esos momentos se hallaba en la habitación del hospital Sandra, su mujer, leyendo el periódico junto a su cama. Antonio adivinó entre sombras su presencia, respiró la agradable fragancia de su perfume. Quiso llamarla, pero sus palabras se ahogaron en su boca. Quiso tocarla, pero sus manos no le respondieron, permanecían agarrotadas como si estuvieran sepultadas bajo un enorme bloque de cemento. Lo mismo le sucedió con las piernas; inertes, pesadas y herméticas como grilletes.
Estaba vivo, sí, era consciente de ello. Respiraba y palpitaba como un animal asustado que quiere escapar de su jaula.
Al cabo de un rato, notó la presencia de otras personas en la habitación, quizás familiares y amigos que venían a visitarle. Un tumulto de sombras invadía su espacio y las respiraciones calientes sobre su cara le humedecían el rostro.
A pesar de lo cerca que estaban esas sombras de él, escuchaba sus palabras lejanas, como si vinieran de la profundidad de un sueño.
Palabras entrecortadas, como cuando se busca una emisora en el dial de un aparato de radio: "Antonio ... mejor ... ya ... ¡seguro! ... recuperar ... vuelva ... una gran fiesta ..."
Y por fin llegó el día esperado. Dicen que todo llega, que sólo hay que tener paciencia para esperar a que las cosas sucedan, que el que aguanta, gana. Y sin duda Antonio había aguantado dos terribles años de larga espera ...
Allí estaba él, sonriente, en el centro del salón; saludando a los invitados que habían organizado en su honor una gran fiesta. Todos le abrazaban y se alegraban de su milagrosa recuperación después de aquel terrible accidente.
Todo era especial. La luz más intensa de lo normal. Los invitados exageradamente sonrientes, parecían meros comparsas de una película de bajo presupuesto. Los trajes demasiado limpios, inmaculados. Ese calor tan sofocante ... ¿Habrían subido mucho la temperatura de la calefacción?, ... costaba respirar. ¡Qué extraño!, ... ¿en un salón tan amplio?
Alguien se acercó a Antonio luciendo una sonrisa de oreja a oreja exagerada, como todo en aquel lugar.
-Bienvenido al mundo de los vivos, Antonio.
¡Pero qué frase era aquélla! Sin duda esa persona carecía de tacto. Tenía muy mala intención con esas palabras tan torpes, tan fuera de lugar.
De repente la luz se apaga, todo queda a oscuras.
"Se han ido ... estoy solo ... ¡Dios mío! ... ¡Socorro! ... ¡Que alguien me ayude! ... ¡No, no, no, noooo! ... "


De madrugada, un guarda del cementerio oyó gritos provenientes de una tumba y avisó a la policía. Cuando abrieron el féretro, encontraron al señor Almeida con los ojos petrificados de espanto. La sangre aún estaba caliente y corría a borbotones por sus manos desgarradas.

martes, 4 de noviembre de 2008

AL AMANECER


Cuando era una niña quería ser como ellos. Se quedaba ensimismada observando en silencio sus movimientos ágiles y dinámicos. Más de una vez se produjo un cardenal o un chichón intentando imitarlos.
Cuando se hizo adulta, su interés por ellos fue incrementándose hasta convertirse en una obsesión.
Le gustaba mantenerlos en el regazo y acariciar su lomo al sol mientras cerraban los ojos de placer.
Siempre había pensado que desafiaban las leyes de la gravedad.
Los negros le parecían crías de pantera; se encaramaban en las superficies más escabrosas y, por unos instantes, flotaban en el aire con impulsos voladores. Sus ojos, refugiados en la penumbra, brillaban como ascuas de esmeralda.
Quienes la conocían, aseguran que todos acudían hipnotizados a su llamada como si tuviera poderes ocultos de atracción. Se agachaba, les dedicaba frases cariñosas y los acariciaba. Ellos respondían a sus caricias lamiéndole la mano e intercambiando miradas de complicidad.
Era una mujer alegre y extrovertida, de cuello largo y delicado. Su mirada era sincera y bondadosa y caminaba con movimientos sensuales y acompasados.

Al amanecer, se encaramó en la ventana de su buhardilla y se alejó merodeando por los tejados.
Todos la echan de menos, pero se consuelan pensando que estará feliz, reunida con ellos en algún lugar insospechado.

Para Ana, la gata que se reencarnó en mujer.

jueves, 30 de octubre de 2008

EL OTRO

Fermín Peláez se quedó boquiabierto cuando leyó, aquella mañana, la carta que le entregó un mensajero.
Le invitaban a participar en directo en un programa nocturno de televisión de máxima audiencia.
Los responsables del programa consideraban que su asistencia podía ser un ejemplo de superación para todos los ciudadanos, debido a que, según ellos, era un hombre admirable que se había hecho a sí mismo y gracias a su propio esfuerzo había logrado triunfar en la vida.
Fermín Peláez no entendía nada. Lo primero que pensó fue que aquello tenía que ser una confusión, porque él era una persona muy corriente. Nunca había destacado por ninguna faceta ni, por supuesto, había alcanzado triunfo alguno.
Hacía diez años que trabajaba en la misma empresa y, aunque era un empleado responsable y trabajador, siempre había desempeñado labores sencillas de tipo administrativo.
Estuvo a punto de llamar al número de teléfono que le indicaban en la invitación para decirles que se habían equivocado de persona, pero cuando vio la cifra que le ofrecían por asistir al programa y concederles una entrevista, cambió de opinión.
Esa cantidad económica superaba ampliamente el sueldo mensual de Fermín Peláez.
Pensó que era una ocasión única para conseguir unos ingresos extra sin esfuerzo.
Era evidente que le habían confundido con otra persona, pero él se podía aprovechar de ello. Decidió suplantar a ese individuo. Lo único que tendría que hacer sería contestar con naturalidad a las preguntas que le formularan y fingir que era una persona muy luchadora que había ido ascendiendo en la vida gracias a su propio esfuerzo.
De repente, tuvo miedo. Pensó que podía ser descubierto. Sopesó esta posibilidad y llegó a la conclusión de que lo más sensato era llamar por teléfono para advertir la equivocación. Pero la cantidad económica era muy tentadora y a él, precisamente, no le sobraba el dinero.
Meditó con más calma la situación. Fermín se imaginó que la persona encargada de enviar las invitaciones manejaba una base de datos donde figuraban su nombre y el del auténtico invitado al programa, cuyo nombre de pila y primer apellido coincidían con el suyo. Por ese motivo Fermín Peláez pensó que le habían enviado equivocadamente la invitación a él.
El hecho de que el programa fuera en directo le beneficiaba porque, aunque los responsables se dieran cuenta de que él no era el invitado, no iban a poder suspender la entrevista, ya que no tendrían tiempo de llamar a otra persona.
Después siempre podría alegar ignorancia y decirles que él no pensaba que se tratase de una equivocación y que realmente había creído que estaban interesados en entrevistarle.
Fermín Peláez se decidió, por fin, a llamar por teléfono y confirmó su asistencia al programa.


Era la primera vez que entraba en un estudio de televisión. Una señorita muy amable le pidió que se identificara, anotó sus datos personales y le condujo a la sala de maquillaje.
Cuando quiso darse cuenta, estaba en un plató sentado frente a la presentadora del programa.
-Buenas noches, señoras y señores espectadores -comenzó diciendo la presentadora-. Hoy tengo el inmenso placer de presentarles a una persona ejemplar. Un hombre luchador que ha logrado salir de la miseria y alcanzar la cima gracias a su propio esfuerzo. Con todos ustedes ... Fermín Peláez.
El público asistente al programa le dedicó una sonora ovación.
Fermín se quedó impresionado. Comenzó a sudar y, al pasarse el pañuelo por la frente, se le corrió el maquillaje.
-Hola ... buenas noches -balbuceó Fermín saludando torpemente con su mano derecha.
-Nuestro invitado está un poco nervioso y es lógico, porque es la primera vez que le hacen una entrevista. Relájese Fermín. Estoy segura de que los espectadores están muy interesados en saber cómo fueron sus duros comienzos en la mina.
En esos instantes, un sudor frío le paralizó el cuerpo. Él no creía que iba a resultar tan difícil representar aquel personaje. Pensó en levantarse e irse de aquel lugar, pero con esa actitud sólo conseguiría empeorar la situación.
-Pues ... fue muy duro y se pasaban muchas fatigas ... y era un trabajo muy sucio ... -dijo después de una larga pausa.
-Como pueden apreciar, señoras y señores, Fermín Peláez además de ser un hombre admirable es una persona muy modesta.
Han de saber ustedes que este hombre arriesgó su vida para rescatar a un compañero que había quedado atrapado en una galería y, en otra ocasión, le dio su nómina a otro compañero, que había perdido su empleo en la mina, para que pudiera comprar medicinas a su hijita ... Cuéntenoslo Fermín.
-Pues sí ... realmente ... así fue -contestó el señor Peláez con un hilo de voz.
El auditorio volvió a aplaudir con gran intensidad.
Fermín no sabía qué hacer. No paraba de tocarse el nudo de la corbata y de mover los pies.
-Realmente, ... estoy conmovida por la calidad humana de este hombre -dijo la presentadora enjugándose las lágrimas que le corrían por las mejillas-. Además de su faceta humana, que ha quedado patente esta noche, queremos resaltar sus cualidades como filósofo de la vida, con esa sabiduría popular que tienen las personas sencillas como él. Van a poder comprobarlo.
Fermín, ¿qué significa para usted la palabra amor?
-Pues ... es algo muy bonito que la gente se quiera, ¿no?
-¿Y qué opina del poder?
-Pues ... ya se sabe, como dice el refrán: "Donde hay patrón no manda marinero".
-¿Y ... la libertad?
-Pues ... yo la comparo con una gran tarta de chocolate. Tienes que ir tomándola poco a poco, porque si te la comes de una vez ... te empachas.
-¡Brillante, Fermín! ... Yo creo que se merece un fuerte aplauso, ¿no? -exclamó la locutora alzando los brazos.
Los espectadores del estudio se pusieron en pie. No dejaban de aplaudir al tiempo que coreaban sin parar el nombre del invitado.
La cámara enfocó a la presentadora fundiéndose en un abrazo con Fermín. Después, una exuberante azafata entregó al señor Peláez un enorme ramo de flores.
Aquella noche, Fermín Peláez no pudo conciliar el sueño. Estaba avergonzado. Tenía la sensación de haber hecho un ridículo espantoso.
Lo que más le extrañó fue que nadie le hubiera hecho ningún reproche. Todo lo contrario, la presentadora y el resto de responsables del programa le habían felicitado efusivamente. Los espectadores estuvieron aplaudiéndole durante mucho tiempo. El Director del programa le entregó un cheque con la cantidad económica prometida sin ponerle pegas y todos se habían creído que él era el auténtico invitado.



A la mañana siguiente, no paró de sonar el teléfono en casa del señor Peláez.
Las principales cadenas de radio y televisión querían entrevistarle. Le ofrecían cantidades económicas muy importantes y le felicitaban por su intervención en el programa la noche anterior.
El aluvión de llamadas fue impresionante. Fermín estaba tan abrumado y confuso que tuvo que descolgar el teléfono. Todos coincidían en decirle que iba a ser el nuevo fenómeno social.
Tenía un fuerte dolor de cabeza y tuvo que tomarse un tranquilizante para evitar una crisis nerviosa.
Decidió telefonear a la oficina para comunicarles que no iba a ir a trabajar porque estaba indispuesto. Se quedó muy sorprendido cuando la telefonista le dijo que el Director quería hablar con él.
-Buenos días, Peláez.
-Buenos días, señor Director.
-Quería felicitarle personalmente por su éxito de ayer. Aquí no se habla de otra cosa esta mañana. Su imagen aparece en la portada de los principales periódicos. Me ha dicho la telefonista que no se encuentra usted muy bien.
-Pues sí, señor Director, me duele mucho la cabeza y ...
-No se preocupe, Peláez, tómese el tiempo que necesite para reponerse. Le quería transmitir, en nombre de todos, que estamos muy orgullosos de usted.
Siempre es un honor tener un hombre de su valía en nuestra empresa. Ya hablaremos de una revisión de su contrato cuando se reincorpore.
-Gracias, señor Director.
Cuando colgó el teléfono, tuvo que tumbarse en el sofá para no sufrir un desmayo.
Por otra parte, comenzaba a experimentar una intensa sensación de bienestar.
Por fin era reconocido por el Director de la empresa.
Tantos años siendo un empleado trabajador y eficiente sin que valorasen su esfuerzo y ahora, de la forma más insospechada, el Director le tenía en consideración e iba a concederle el ansiado aumento de sueldo.
Fermín Peláez se levantó del sofá con renovadas energías y se quedó un buen rato frente al espejo del cuarto de baño.
Al ver reflejada su imagen, tuvo la sensación de ser una persona diferente; con mayor confianza y seguridad en sí mismo.
Pensó que quizás tuviera unas cualidades ocultas que él desconocía y los demás habían apreciado.
Fuera le esperaba el éxito. Las principales cadenas de radio y televisión querían entrevistarle.
Una oportunidad como la que se le presentaba sólo sucedía una vez en la vida y él tenía que aprovecharla.
Decidió llamar por teléfono al programa de televisión de mayor audiencia para concederles la entrevista que le habían solicitado.

Al día siguiente, se presentó puntual a su cita en los estudios. El personal se deshizo en atenciones con él. Le pidieron que tuviera la amabilidad de esperar en la sala de invitados hasta que lo llamaran para maquillarle.

Fermín se acomodó en un confortable sofá situado junto a la puerta.

De pronto, tuvo la sensación de que estaban hablando de él en el pasillo. Se puso de pie y se arrimó a la puerta, que había quedado entreabierta, para cerciorarse. En efecto, dos individuos hacían comentarios sobre él.

-Es increíble la popularidad que ha alcanzado en un sólo día el tipo ese, ... Fermín Peláez.

-Pues creo que hoy lo entrevistan en nuestro programa.

-Parece mentira, lo llevan una noche a la televisión, contesta cuatro chorradas y se hace famoso.

-Pero, ¿no te has enterado?

-¿De qué?

-De que todo es un montaje. Él no lo sabe ni el público, por supuesto, tampoco. Los principales medios de comunicación se han puesto de acuerdo para hacer de ese tipo una persona famosa.

-Y, ¿qué interés pueden tener?

-Es un experimento de marketing. Quieren comprobar su influencia sobre el gran público.

-Pero, ¿por qué han escogido a una persona tan vulgar?

-Ahí está el mérito, en conseguir que un individuo como él se haga famoso. Han hecho el seguimiento de las vidas de veinte ciudadanos anónimos. De entre todos ellos han escogido al tal Fermín Peláez por ser el más simple y el que lleva una vida más monótona.

-Pues, ya me gustaría a mí ser tan simple como él y ganar el dinero que le van a pagar por conceder entrevistas.

-¡Anda! y a mí.

Mientras le maquillaban, Fermín Peláez sonreía frente al espejo. Sus ojos desprendían un brillo muy intenso y las manos le habían dejado de sudar.

viernes, 24 de octubre de 2008

DUERMEVELA




Recibió el encargo de su editor a media tarde. Tenía que entregar en un par de días un relato inédito que sería incluido en una antología de cuentos de escritores españoles.
Tomás Fuentes, escritor de renombre, odiaba este tipo de colaboraciones. Pensaba que las comparaciones con los demás escritores que participaban en la antología serían inevitables y eso, a él que ya no necesitaba hacerse un hueco en el panorama literario, le podía perjudicar.
La noche anterior había dormido poco y estaba francamente cansado. Como sabía que no podía negarse a cumplir el encargo de su editor, decidió quitárselo de en medio cuanto antes.
De repente, cayó en la cuenta de que en los últimos cinco años no había escrito un solo cuento, pues su actividad literaria estaba centrada en la novela. Por supuesto, todos sus cuentos ya habían sido publicados por la editorial. De modo que no tuvo más remedio que ponerse a pensar en un argumento para su relato.
El sueño le invadía por momentos y dificultaba su concentración. Decidió escribir un cuento típico sobre el tema de los malos tratos, muy de moda por entonces, con un final efectista que, sin duda, sería bien recibido por los lectores.
Cogió su cuaderno de notas y se puso a redactar el argumento:
" Al cabo de varios años, un maltratador, despechado por haber sido abandonado por su mujer, decide vengarse de ella y su actual pareja ..."
Un profundo sopor hizo que el bolígrafo resbalara de sus dedos y su cabeza quedara apoyada sobre la mesa. De repente, todo era nebuloso y el tiempo quedó suspendido como una tela de araña en el espacio.
Aunque tenía conciencia de seguir despierto, porque continuaba escuchando de fondo los persistentes martillazos del vecino de al lado, en su mente se inició otra historia con los mismos personajes, pero con los papeles cambiados: ahora la mujer era la maltratadora y estaba subida en una carroza tirada por siete leones dorados, y planeaba junto con su amante, vestido de gladiador, asesinar al marido maltratado.
Levantó lentamente la cabeza del escritorio y volvió a coger el bolígrafo. Después de frotarse los ojos durante unos instantes, retomó el argumento del relato:
"...Planea concienzudamente el momento en que les atacará por sorpresa en la calle. Para ello, ..."
Una nueva cabezada le hizo perder el hilo del argumento de su historia. De pronto, la mujer encolerizada daba frenéticos latigazos a los leones dorados, mientras el amante, blandiendo en el aire su espada, reía a carcajadas y no paraba de gritar: "es inútil que te escondas, cobarde, tarde o temprano te encontraremos".
Se incorporó sobresaltado. Decidió ir al servicio para lavarse la cara y despejarse. Quería terminar el relato cuanto antes para poder dormir. Sabía que no iba a ser un buen cuento, pero eso era lo de menos, lo importante era salir del paso.
Ya despejado, continuó con el argumento:
"... estudia sus costumbres y los momentos del día en que ambos coinciden fuera del domicilio. Tras varios días espiando las entradas y salidas de la casa, observa que coinciden en la calle sobre las diez de la noche. Decide que esa será la mejor hora para sorprenderlos. Piensa que todo tiene que ser muy rápido. Una pistola es el arma más efectiva para ..."
Alguien llama a la puerta. Se levanta de mala gana.
-¿Quién es?
-Soy el conserje, señor Fuentes.
Se encamina hacia la puerta de mal humor. "Son demasiadas interrupciones -piensa-. A este paso no voy a terminar jamás el cuento".
-¿Qué haces tú aquí? -le pregunta sorprendido y con cara de pánico a su mujer- ¿Quién te ha dado mi dirección?
-Te dije que te encontraría -dice su mujer dándole un brusco empujón hacia el interior de la casa.
-No tienes vergüenza, encima te presentas aquí con éste. Escúchame bien, se acabó, no pienso darte nada más. ¿Qué vais a hacer? ... no, no ... socorro ... ¡aaah!

Alertados por los gritos desesperados del señor Fuentes, los vecinos salieron de sus casas. La puerta estaba entreabierta y Tomás se retorcía por el suelo de dolor. Un vecino corrió con una manta para socorrerlo, pero fue demasiado tarde.




INTERROGATORIO


-¿Qué relación tenía usted con la víctima, Don Mario Martín Cascales?
-Era mi jefe.
-¿De qué va disfrazado usted?
-De Don Mario.
-¿Por qué eligió ese disfraz?
-Había que elegir uno de entre todos los empleados de la empresa. Él puso las reglas.
-¿A quién se refiere?
-A Don Mario, por supuesto.
-¿Por qué llevaba usted ese capuchón negro?
-Todos los asistentes a la fiesta lo teníamos que llevar, formaba parte del juego.
-¿Había más empleados disfrazados de Don Mario?
-Sí, la mayoría elegimos ese disfraz.
-¿En qué consistía el disfraz? ¿Cómo se podía saber que iban disfrazados de Don Mario? Usted lleva un traje aparentemente normal.
-Bueno, no es tan normal. Si se fija, es un traje ridículo. Pero el atuendo era lo de menos. Lo que realmente caracterizaba a Don Mario eran sus gestos, su forma de andar; con esos pasitos cortos y atropellados. Y, sobre todo, esa risita estridente de autosuficiencia.
-¿Por qué cree que Don Mario iba vestido con un uniforme?
-Porque se disfrazó de Elías, el conserje.
-¿Y el conserje ... de quién se disfrazó?
-El personal de servicio no puede asistir a las fiestas.
-¿Supo antes de su presunto homicidio que Don Mario iba disfrazado de conserje?
-Sí, era evidente.
-¿Por qué?
-Por la forma de andar y porque Don Mario no se disfrazaría de él mismo.
-Ya ... ¿Mató usted a su jefe?
-No, por supuesto que no.
-¿Tiene sospechas de quién pudo hacerlo?
-No, pero pudo ser cualquiera. Cuando se produjo el apagón, se oyeron varios gritos agudos y estridentes, como de un animal que está siendo sacrificado. Al rato, se encendieron las luces y Don Mario apareció tirado en el suelo, en medio de un enorme charco de sangre.

martes, 21 de octubre de 2008

EL TRANSEÚNTE



Cuando llegó a aquella ciudad, lo primero que le llamó la atención fue que no podía acceder a ella con su vehículo. Habían habilitado un parking con una placa en la entrada en la que aparecía dibujado un gran muñeco verde, similar al de los semáforos.
En un principio le disgustó la idea de tener que dejar allí su coche aparcado, pero luego pensó que podía resultar agradable caminar por una ciudad exclusivamente peatonal.
Era temprano y a esa hora las calles estaban desiertas. A medida que las iba recorriendo, se daba cuenta de que eran más estrechas de lo normal y no tenían aceras. Habían sido sustituidas por rampas de subida o bajada. En una de ellas estuvo a punto de resbalar, debido a que el suelo estaba mojado por la lluvia caída durante la noche.
Pensó en lo peligrosas que eran esas calles. Parecían diseñadas por algún urbanista sádico con el firme propósito de que los ciudadanos sufrieran todo tipo de accidentes.
Se dio cuenta también de que no había edificios de varias plantas, como en su ciudad. Las viviendas eran casas bajas sin escaleras a las que se accedía por medio de rampas.
Al doblar una esquina, fue atropellado por un extraño sidecar que conducía un joven. El chico le dijo que tenía que mirar por donde iba, ya que estaba fuera de su zona. Después continuó su camino.
En un principio no entendió la recriminación del joven, pero al mirar a su alrededor, observó que habían pintado en el pavimento una franja verde discontinua por donde estaba obligado a caminar. Una señal como la del parking se lo indicaba.
Afortunadamente el percance no tuvo consecuencias para su integridad física y pudo continuar andando.
Le extrañó que no hubiera otras personas caminando por aquella ciudad.
Se fijó también en las tiendas y los establecimientos públicos. Tampoco tenían escaleras y las ventanas y las puertas eran demasiado bajas.
Por curiosidad entró en una cafetería. Al bajar la rampa de acceso, vio que en el salón había bastantes mesas. Muchas de ellas estaban vacías, pero no tenían sillas a su alrededor. Sólo en un pequeño espacio, al fondo del local, había dos sillas desocupadas con su mesa correspondiente. En la pared, detrás de esas dos sillas, figuraba una placa donde estaba escrita la palabra "reservado" junto al dibujo del muñeco verde.
Se acercó al mostrador para pedir su consumición. La barra tenía muy poca altura. Detrás de ella había un hombre sentado. Esperó un poco a que se levantara, pero no lo hizo. Pidió su bebida y se dirigió al fondo del local para ocupar una de las dos sillas vacías. Al pasar junto a otras mesas, se fijó en que los demás clientes estaban sentados en sillas diferentes a las dos que estaban desocupadas en el espacio reservado. Todos le miraban descaradamente. En muchas de esas miradas advirtió gestos de lástima hacia su persona. Se encontraba extraño en aquel lugar. Todo le parecía hostil.
Al salir de la cafetería sintió un gran alivio. El día era soleado y la temperatura invitaba a seguir paseando.
Vio a lo lejos una gran plaza donde había bastantes personas congregadas. Todos estaban sentados en sillas como las que ya había visto, por primera vez, en la cafetería. Vestían con trajes impecables. Le sorpredió que tuvieran, incluso, las suelas de sus zapatos relucientes.
Buscó un banco donde sentarse, pero no había. " Esto es el colmo -pensó-, una plaza sin bancos ".
Se empezó a poner nervioso. Notó que cuando pasaba junto a los corrillos de gente le miraban y cuchicheaban. Las mismas miradas de lástima se volvían a repetir.
Llegó a pellizcarse varias veces las mejillas, porque le parecía que estaba teniendo una pesadilla. Pero no, la situación era real. Él era un extraño en aquella extraña ciudad.
Entonces decidió encarar directamente el asunto. Se acercó a uno de esos corrillos y preguntó por qué en esa plaza no había ningún banco donde sentarse. Al oír su pregunta todos enmudecieron. Volvió a observar los gestos de lástima, ahora mucho más acentuados. Por fin, una de esas personas rompió el silencio y le dijo que aquella plaza no estaba habilitada para gente como él. No dijo nada, dio media vuelta y se marchó.
Cuando se alejaba en su coche de aquel lugar, leyó un gran cartel que decía: " Buen viaje, esperamos que haya tenido una estancia agradable en nuestra ciudad ".




jueves, 16 de octubre de 2008

PALABRAS SIN NOMBRE


Tantas palabras que esperan,
invenciones, clareando,
- mientras haya -
amanecer de poema.

PEDRO SALINAS



Al abrigo del sueño
las palabras aguardan,
con impaciencia de niño
se manifiestan;
impulsivas, vigorosas,
atropelladas, desordenadas ...


¿Dónde están las palabras
que no han sido escritas?
¿Bajo qué rama se esconden?
¿Sobre qué nube se mecen?
¿Quién las rescatará
de su cárcel de olvido?


Quieren salir a la luz,
pero se duermen,
quieren levantar el vuelo,
pero caen derrotadas,
- pájaro herido -
aleteando ...


Perdidas en la espesura del bosque,
maltratadas por la lluvia,
arrastradas por la corriente,
confundidas en la niebla,
las palabras buscan
refugio y alimento.


Quizá alguna mañana,
cuando la lluvia descanse
en las aceras,
las palabras encuentren su camino.

martes, 14 de octubre de 2008

EL FABULADOR



Antonio Sevillano daba clases en un estudio de pintura. Aunque su trabajo no le disgustaba, porque era bastante creativo, lo que realmente le gustaba a Antonio era contar historias. Siempre que tenía ocasión, narraba anécdotas a sus alumnos. Éstos dejaban a un lado el pincel y se quedaban embobados escuchándolo.
Antonio tenía una imaginación portentosa; era capaz de inventar las historias más increibles.
Sus alumnos estaban encantados, porque además de aprender a pintar, escuchaban los relatos más sorprendentes que jamás habían oído. Al principio, Antonio contaba anécdotas que duraban cinco o diez minutos pero, con el tiempo, sus alumnos le fueron pidiendo que ampliara la duración de los relatos.
El profesor de pintura se hacía, casi siempre, de rogar. Le llenaba de orgullo que le pidieran contar historias y, con una actitud de modestia ensayada, comenzaba un nuevo relato para satisfacer a sus oyentes.
En poco tiempo, la fama de Antonio como narrador se extendió con la fuerza del canto de un gallo en la madrugada. Los alumnos fueron diciendo a sus amigos, familiares o conocidos que tenían un profesor de pintura que contaba unas historias increibles. Las clases se llenaron. No quedaba una sola plaza en la academia.
Cada vez que Antonio Sevillano entraba en el aula, se hacía un silencio expectante. El profesor cogía una banqueta y la situaba en el centro del estudio, y como un predicador que sabe que sus palabras van a causar un efecto hipnótico en sus discípulos, lanzaba por su boca de hechicero frases que hacían esbozar sonrisas de felicidad a su audiencia.
Las historias eran de lo más variopinto; hablaba de poetas desorientados que vagaban por el mundo en busca de la ansiada inspiración o de miembros del cuerpo humano que hacían una huelga en contra de los duros trabajos a los que eran sometidos por el cerebro, y también de abogados respetables que por la noche se convertían en asesinos o de animalillos del bosque que se ponían de acuerdo para dar su merecido a un lobo abusón.
Algunos alumnos, inspirados por los relatos de Antonio, hacían bocetos de escenas o dibujos de los protagonistas de las historias. Otros, cerraban los ojos e intentaban imaginar los lugares y personajes que describía el narrador.
La academia se convirtió en una fábrica de imágenes inéditas inspiradas por el peculiar profesor.
Un día, Antonio entró desorientado al estudio. No parecía reconocer a sus alumnos. Éstos, en seguida notaron el desconcierto del maestro y se miraron unos a otros sin saber qué hacer.
De repente, el fabulador comenzó a decir frases inconexas. Se acercó a la mesa de las herramientas y cogió unas tijeras cuyo filo brillaba amenazador en el aire. Varios alumnos intentaron detenerlo, pero ...


- Señor Sevillano, señor Sevillano ... ¿es que no me oye?
-¡Ah! Sí ... perdón, señor director. Estaba distraido.
-Usted siempre está distraido, tiene la cabeza en las nubes. ¿Ha terminado los informes que le pedí?
- Pues ... el caso es que los estaba ultimando.
- No sé que voy a hacer con usted. Lleva toda la mañana para redactar esos malditos informes. Los quiero dentro de quince minutos, ¿me oye?, ¡quince minutos!

viernes, 10 de octubre de 2008

CELADAS




El Alcalde sobrevolaba en helicóptero la ciudad para supervisar las obras de tráfico. Muchas calles adyacentes y accesos a la vía principal de circulación habían sido cortados.
El político observaba el lento avance de las capsulitas de colores en una hilera ordenada e interminable. De repente, sus ojos se fijaron en un glóbulo rebelde que tomaba un camino prohibido para escapar del cadencioso fluir de la arteria principal. Una breve sonrisa se dibujó en sus labios cuando vio que un obstáculo le impedía continuar y tenía que regresar a la fila con los demás.
Entonces el Alcalde recordó su época de estudiante. Le vino a la memoria un experimento que hizo un científico con unas ratas. Consistía en introducir a los animales en un laberinto para que memorizaran un camino determinado. Para ello, instaló unos dispositivos eléctricos en todos los pasillos, salvo en la calle por donde quería que circularan. Cada vez que se desviaban de este camino, sufrían una pequeña descarga eléctrica. Cuando conseguían llegar al final del pasillo elegido, obtenían una recompensa. El maquiavélico científico les hacía pasar una y otra vez por el laberinto hasta conseguir que las ratas recorrieran sin equivocarse el camino correcto.
El Alcalde encendió la radio del helicóptero, y dio instrucciones precisas a la Policía Municipal de cortar otras calles adyacentes e incrementar la vigilancia para evitar que los conductores infringieran las normas de tráfico.

Entretanto, el Presidente de su partido mantenía una dura disputa con la máquina de ajedrez. La partida estaba muy igualada y llevaba varios minutos atascado y sin saber qué pieza mover.
El político comparaba este juego con la vida misma. Para él, vivir era como disputar una interminable partida de ajedrez, donde tienes que estar constantemente sorteando obstáculos y tomando decisiones en un período limitado de tiempo.
De todas las piezas, la única que le sacaba de quicio era el caballo; la comparaba con la actitud voluble de algunos políticos: un paso para adelante o para atrás, salto, dos casillas para la derecha o hacia la izquierda; o bien ... En definitiva, sus movimientos le parecían desconcertantes. Aunque tenía que reconocer que, en ocasiones, esa ambigüedad le había servido para encauzar más de una partida.
De pronto, se le ocurrió hacer una jugada, que en un principio le pareció disparatada, pero después consideró que, si la máquina respondía como él esperaba, le podría dar una ventaja definitiva sobre el rival.
Contraviniendo sus costumbres conservadoras, tomó con firmeza uno de los caballos, el que hasta el momento le había dado más victorias parciales durante la partida, y lo entregó con decisión al ejército enemigo.






lunes, 6 de octubre de 2008

BREVE HISTORIA DE CÓMO SURGIÓ "LABERINTO"

¿Qué pasaría si de repente desaparecieran todas nuestras referencias cotidianas; los carteles y las señales que estamos acostumbrados a ver, y nos encontrásemos perdidos en una ciudad desconocida donde no pudiéramos encontrar la salida?
A partir de esta frase comencé a construir el argumento de "Laberinto". Me interesaba experimentar qué se siente en esa situación. Por eso escribí el cuento en primera persona; para
empatizar con mi personaje y poder meterme en su piel.


Antes de escribir un relato, suelo tener en mi cabeza un esquema previo de lo que quiero contar. En "Laberinto" sólo tenía el interrogante inicial. Lo demás surgió espontáneamente. El personaje y yo fuimos encontrándonos con las dificultades a medida que avanzaba la historia. No tenía ni idea de lo que iba a pasar al doblar la siguiente esquina ni, por supuesto, cuál sería el final del cuento. Eso supuso que nos salieran al paso situaciones inesperadas que tuvimos que sortear. Fue como avanzar a ciegas por un campo sembrado de minas o arrastrarnos penosamente por un desierto sin mapas ni brújula.
El final me sorprendió tanto como a mi personaje. Tenía que cerrar la historia, situarla en un contexto coherente. Y se me ocurrió, sobre la marcha, un final inesperado.


Después de releer varias veces el cuento, se lo llevé a mi amigo y crítico personal Fernando Nuño para que me diera su opinión. Luego surgió la idea de hacer el cortometraje, la colaboración de Berta con el guión, las ilustraciones de Fernando (la que muestro aparece en la contraportada del libro ilustrado de mi cuento que me regaló). Por cierto, si queréis ver buenos dibujos, sólo tenéis que entrar en el blog de Fernando: http://fernusan.blogspot.com/ Os garantizo que os va a sorprender y no es pasión de amigo.
Ahora queremos rodar el corto. A ver si conseguimos llevar el proyecto a la práctica, me haría mucha ilusión. Pero antes tenemos que solucionar una serie de problemillas, entre ellos la localización de las escenas. En fin, espero que con paciencia y buena voluntad podamos lograrlo.Ya iré contando cómo evoluciona todo esto.


miércoles, 1 de octubre de 2008

ISLAS DE TIEMPO



A pesar de ser individuos pertenecientes a una comunidad, cada persona vive su propia realidad; y ese mundo interior, esa isla de tiempo que constituye nuestro período vital, condiciona la imagen que cada uno percibe del mundo que le rodea.



Vivimos encerrados
en islas de tiempo
donde los instantes se deslizan
en nuestros relojes de arena.


Canta el viento en el aire
y las aves se disputan
el eco de los arrecifes.
El tiempo, nuestro tiempo:
gaviota temeraria
que se asoma al vértigo
de los acantilados.


A carrera tendida
a tumba abierta
por senderos de roca
por dunas
y por playas.
Recorremos la isla
con pasos de gigante
huyendo de la noche
del frío
y la mañana.


Un angustiado grito
un lamento herido
y el eco no responde
y no responde nadie.


y mientras. . .


Las horas transcurren
en el vientre de la caverna
como la soledad de un naúfrago
en el silencio de su isla.

sábado, 27 de septiembre de 2008

SILENCIO


Silencio evocador de sueños
inquisidor de conciencias.

Ave migratoria que ayudas
a morir a las campanas,
compañero del viento
en su peregrinar por los desiertos,
hechicero de lunas bajo el manto
de las frías noches de invierno.

Cómplice de enamorados
confidente de mendigos
musa de poetas
tortura de presos.

Silencio, silente
silencio de muerte
silencio polvoriento...
silencio.

jueves, 25 de septiembre de 2008

ABRIENDO UNA VENTANA AL EXTERIOR


Siempre he querido tener un lugar donde poder expresar mis opiniones y editar mis creaciones literarias. He de reconocer que, hasta hace poco tiempo, he sido muy reacio a las nuevas tecnologías. Pero los tiempos cambian y no hay más remedio que adaptarse porque, de lo contrario, te quedas aislado del resto de la humanidad.

Hace algunos años, emprendí la aventura de crear un grupo literario con el fin de intercambiar experiencias con otros escritores. Me fui por los cafés de la zona de Malasaña y los inundé de carteles anunciando mi propósito. La experiencia resultó frustrante. Me llamaron algunas personas por teléfono, quedé con ellas para hablar de los objetivos que pretendía conseguir y del funcionamiento en general del grupo. Muchos se interesaron en el proyecto y nos intercambiamos los móviles, pero, a la hora de la verdad, la gente no acudía al lugar de reunión o los que venían lo hacían de manera irregular y sin comprometerse con la causa. Desilusionado ante tanta informalidad, abandoné mi proyecto.
Me di cuenta de que, en los tiempos que vivimos, la gente funciona de otra manera; se vive de forma acelerada, somos como niños que queremos ver resultados enseguida, lo que importa es la inmediatez.

Cuando mi buen amigo Fernando Nuño (Fernusan) me dijo que existía la posibilidad de dar a conocer a los demás tus reflexiones y creaciones a través de internet, no me lo pensé. Me aventuré a crear mi blog y aquí estoy, dispuesto a abrir esta nueva ventana al exterior.
Éste no es el grupo literario que había concebido, pero sí un medio para relacionarme con otros creadores y con todos los que quieran expresarme sus opiniones.

Me gustaría que todos los que entréis en mi blog, me contarais vuestras experiencias; si habéis creado o asistido a algún taller literario. Sería interesante crear un taller literario virtual mediante nuestros respectivos blogs. ¿Qué os parece la idea?, ¿cómo creéis que se podría llevar a cabo? Gracias por anticipado a todos los que me aportéis vuestras ideas y experiencias. Espero vuestros comentarios.