
viernes, 14 de noviembre de 2008
EL REGRESO

martes, 4 de noviembre de 2008
AL AMANECER

Cuando era una niña quería ser como ellos. Se quedaba ensimismada observando en silencio sus movimientos ágiles y dinámicos. Más de una vez se produjo un cardenal o un chichón intentando imitarlos.
Cuando se hizo adulta, su interés por ellos fue incrementándose hasta convertirse en una obsesión.
Le gustaba mantenerlos en el regazo y acariciar su lomo al sol mientras cerraban los ojos de placer.
Siempre había pensado que desafiaban las leyes de la gravedad.
Los negros le parecían crías de pantera; se encaramaban en las superficies más escabrosas y, por unos instantes, flotaban en el aire con impulsos voladores. Sus ojos, refugiados en la penumbra, brillaban como ascuas de esmeralda.
Quienes la conocían, aseguran que todos acudían hipnotizados a su llamada como si tuviera poderes ocultos de atracción. Se agachaba, les dedicaba frases cariñosas y los acariciaba. Ellos respondían a sus caricias lamiéndole la mano e intercambiando miradas de complicidad.
Era una mujer alegre y extrovertida, de cuello largo y delicado. Su mirada era sincera y bondadosa y caminaba con movimientos sensuales y acompasados.
Al amanecer, se encaramó en la ventana de su buhardilla y se alejó merodeando por los tejados.
Todos la echan de menos, pero se consuelan pensando que estará feliz, reunida con ellos en algún lugar insospechado.
Para Ana, la gata que se reencarnó en mujer.
jueves, 30 de octubre de 2008
EL OTRO

-Como pueden apreciar, señoras y señores, Fermín Peláez además de ser un hombre admirable es una persona muy modesta.
Han de saber ustedes que este hombre arriesgó su vida para rescatar a un compañero que había quedado atrapado en una galería y, en otra ocasión, le dio su nómina a otro compañero, que había perdido su empleo en la mina, para que pudiera comprar medicinas a su hijita ... Cuéntenoslo Fermín.
-Pues sí ... realmente ... así fue -contestó el señor Peláez con un hilo de voz.
El auditorio volvió a aplaudir con gran intensidad.
Fermín no sabía qué hacer. No paraba de tocarse el nudo de la corbata y de mover los pies.
-Realmente, ... estoy conmovida por la calidad humana de este hombre -dijo la presentadora enjugándose las lágrimas que le corrían por las mejillas-. Además de su faceta humana, que ha quedado patente esta noche, queremos resaltar sus cualidades como filósofo de la vida, con esa sabiduría popular que tienen las personas sencillas como él. Van a poder comprobarlo.
Fermín, ¿qué significa para usted la palabra amor?
-Pues ... es algo muy bonito que la gente se quiera, ¿no?
-¿Y qué opina del poder?
-Pues ... ya se sabe, como dice el refrán: "Donde hay patrón no manda marinero".
-¿Y ... la libertad?
-Pues ... yo la comparo con una gran tarta de chocolate. Tienes que ir tomándola poco a poco, porque si te la comes de una vez ... te empachas.
-¡Brillante, Fermín! ... Yo creo que se merece un fuerte aplauso, ¿no? -exclamó la locutora alzando los brazos.
Los espectadores del estudio se pusieron en pie. No dejaban de aplaudir al tiempo que coreaban sin parar el nombre del invitado.
La cámara enfocó a la presentadora fundiéndose en un abrazo con Fermín. Después, una exuberante azafata entregó al señor Peláez un enorme ramo de flores.
Aquella noche, Fermín Peláez no pudo conciliar el sueño. Estaba avergonzado. Tenía la sensación de haber hecho un ridículo espantoso.
Lo que más le extrañó fue que nadie le hubiera hecho ningún reproche. Todo lo contrario, la presentadora y el resto de responsables del programa le habían felicitado efusivamente. Los espectadores estuvieron aplaudiéndole durante mucho tiempo. El Director del programa le entregó un cheque con la cantidad económica prometida sin ponerle pegas y todos se habían creído que él era el auténtico invitado.
A la mañana siguiente, no paró de sonar el teléfono en casa del señor Peláez.
Las principales cadenas de radio y televisión querían entrevistarle. Le ofrecían cantidades económicas muy importantes y le felicitaban por su intervención en el programa la noche anterior.
El aluvión de llamadas fue impresionante. Fermín estaba tan abrumado y confuso que tuvo que descolgar el teléfono. Todos coincidían en decirle que iba a ser el nuevo fenómeno social.
Tenía un fuerte dolor de cabeza y tuvo que tomarse un tranquilizante para evitar una crisis nerviosa.
Decidió telefonear a la oficina para comunicarles que no iba a ir a trabajar porque estaba indispuesto. Se quedó muy sorprendido cuando la telefonista le dijo que el Director quería hablar con él.
-Buenos días, Peláez.
-Buenos días, señor Director.
-Quería felicitarle personalmente por su éxito de ayer. Aquí no se habla de otra cosa esta mañana. Su imagen aparece en la portada de los principales periódicos. Me ha dicho la telefonista que no se encuentra usted muy bien.
-Pues sí, señor Director, me duele mucho la cabeza y ...
-No se preocupe, Peláez, tómese el tiempo que necesite para reponerse. Le quería transmitir, en nombre de todos, que estamos muy orgullosos de usted.
Siempre es un honor tener un hombre de su valía en nuestra empresa. Ya hablaremos de una revisión de su contrato cuando se reincorpore.
-Gracias, señor Director.
Cuando colgó el teléfono, tuvo que tumbarse en el sofá para no sufrir un desmayo.
Por otra parte, comenzaba a experimentar una intensa sensación de bienestar.
Por fin era reconocido por el Director de la empresa.
Tantos años siendo un empleado trabajador y eficiente sin que valorasen su esfuerzo y ahora, de la forma más insospechada, el Director le tenía en consideración e iba a concederle el ansiado aumento de sueldo.
Fermín Peláez se levantó del sofá con renovadas energías y se quedó un buen rato frente al espejo del cuarto de baño.
Al ver reflejada su imagen, tuvo la sensación de ser una persona diferente; con mayor confianza y seguridad en sí mismo.
Pensó que quizás tuviera unas cualidades ocultas que él desconocía y los demás habían apreciado.
Fuera le esperaba el éxito. Las principales cadenas de radio y televisión querían entrevistarle.
Una oportunidad como la que se le presentaba sólo sucedía una vez en la vida y él tenía que aprovecharla.
Decidió llamar por teléfono al programa de televisión de mayor audiencia para concederles la entrevista que le habían solicitado.
Al día siguiente, se presentó puntual a su cita en los estudios. El personal se deshizo en atenciones con él. Le pidieron que tuviera la amabilidad de esperar en la sala de invitados hasta que lo llamaran para maquillarle.
Fermín se acomodó en un confortable sofá situado junto a la puerta.
De pronto, tuvo la sensación de que estaban hablando de él en el pasillo. Se puso de pie y se arrimó a la puerta, que había quedado entreabierta, para cerciorarse. En efecto, dos individuos hacían comentarios sobre él.
-Es increíble la popularidad que ha alcanzado en un sólo día el tipo ese, ... Fermín Peláez.
-Pues creo que hoy lo entrevistan en nuestro programa.
-Parece mentira, lo llevan una noche a la televisión, contesta cuatro chorradas y se hace famoso.
-Pero, ¿no te has enterado?
-¿De qué?
-De que todo es un montaje. Él no lo sabe ni el público, por supuesto, tampoco. Los principales medios de comunicación se han puesto de acuerdo para hacer de ese tipo una persona famosa.
-Y, ¿qué interés pueden tener?
-Es un experimento de marketing. Quieren comprobar su influencia sobre el gran público.
-Pero, ¿por qué han escogido a una persona tan vulgar?
-Ahí está el mérito, en conseguir que un individuo como él se haga famoso. Han hecho el seguimiento de las vidas de veinte ciudadanos anónimos. De entre todos ellos han escogido al tal Fermín Peláez por ser el más simple y el que lleva una vida más monótona.
-Pues, ya me gustaría a mí ser tan simple como él y ganar el dinero que le van a pagar por conceder entrevistas.
-¡Anda! y a mí.
Mientras le maquillaban, Fermín Peláez sonreía frente al espejo. Sus ojos desprendían un brillo muy intenso y las manos le habían dejado de sudar.
viernes, 24 de octubre de 2008
DUERMEVELA

Un profundo sopor hizo que el bolígrafo resbalara de sus dedos y su cabeza quedara apoyada sobre la mesa. De repente, todo era nebuloso y el tiempo quedó suspendido como una tela de araña en el espacio.
Aunque tenía conciencia de seguir despierto, porque continuaba escuchando de fondo los persistentes martillazos del vecino de al lado, en su mente se inició otra historia con los mismos personajes, pero con los papeles cambiados: ahora la mujer era la maltratadora y estaba subida en una carroza tirada por siete leones dorados, y planeaba junto con su amante, vestido de gladiador, asesinar al marido maltratado.
Levantó lentamente la cabeza del escritorio y volvió a coger el bolígrafo. Después de frotarse los ojos durante unos instantes, retomó el argumento del relato:
"...Planea concienzudamente el momento en que les atacará por sorpresa en la calle. Para ello, ..."
Una nueva cabezada le hizo perder el hilo del argumento de su historia. De pronto, la mujer encolerizada daba frenéticos latigazos a los leones dorados, mientras el amante, blandiendo en el aire su espada, reía a carcajadas y no paraba de gritar: "es inútil que te escondas, cobarde, tarde o temprano te encontraremos".
Se incorporó sobresaltado. Decidió ir al servicio para lavarse la cara y despejarse. Quería terminar el relato cuanto antes para poder dormir. Sabía que no iba a ser un buen cuento, pero eso era lo de menos, lo importante era salir del paso.
Ya despejado, continuó con el argumento:
"... estudia sus costumbres y los momentos del día en que ambos coinciden fuera del domicilio. Tras varios días espiando las entradas y salidas de la casa, observa que coinciden en la calle sobre las diez de la noche. Decide que esa será la mejor hora para sorprenderlos. Piensa que todo tiene que ser muy rápido. Una pistola es el arma más efectiva para ..."
Alguien llama a la puerta. Se levanta de mala gana.
-¿Quién es?
-Soy el conserje, señor Fuentes.
Se encamina hacia la puerta de mal humor. "Son demasiadas interrupciones -piensa-. A este paso no voy a terminar jamás el cuento".
-¿Qué haces tú aquí? -le pregunta sorprendido y con cara de pánico a su mujer- ¿Quién te ha dado mi dirección?
-Te dije que te encontraría -dice su mujer dándole un brusco empujón hacia el interior de la casa.
-No tienes vergüenza, encima te presentas aquí con éste. Escúchame bien, se acabó, no pienso darte nada más. ¿Qué vais a hacer? ... no, no ... socorro ... ¡aaah!
Alertados por los gritos desesperados del señor Fuentes, los vecinos salieron de sus casas. La puerta estaba entreabierta y Tomás se retorcía por el suelo de dolor. Un vecino corrió con una manta para socorrerlo, pero fue demasiado tarde.
INTERROGATORIO

-¿Qué relación tenía usted con la víctima, Don Mario Martín Cascales?
-Era mi jefe.
-¿De qué va disfrazado usted?
-De Don Mario.
-¿Por qué eligió ese disfraz?
-Había que elegir uno de entre todos los empleados de la empresa. Él puso las reglas.
-¿A quién se refiere?
-A Don Mario, por supuesto.
-¿Por qué llevaba usted ese capuchón negro?
-Todos los asistentes a la fiesta lo teníamos que llevar, formaba parte del juego.
-¿Había más empleados disfrazados de Don Mario?
-Sí, la mayoría elegimos ese disfraz.
-¿En qué consistía el disfraz? ¿Cómo se podía saber que iban disfrazados de Don Mario? Usted lleva un traje aparentemente normal.
-Bueno, no es tan normal. Si se fija, es un traje ridículo. Pero el atuendo era lo de menos. Lo que realmente caracterizaba a Don Mario eran sus gestos, su forma de andar; con esos pasitos cortos y atropellados. Y, sobre todo, esa risita estridente de autosuficiencia.
-¿Por qué cree que Don Mario iba vestido con un uniforme?
-Porque se disfrazó de Elías, el conserje.
-¿Y el conserje ... de quién se disfrazó?
-El personal de servicio no puede asistir a las fiestas.
-¿Supo antes de su presunto homicidio que Don Mario iba disfrazado de conserje?
-Sí, era evidente.
-¿Por qué?
-Por la forma de andar y porque Don Mario no se disfrazaría de él mismo.
-Ya ... ¿Mató usted a su jefe?
-No, por supuesto que no.
-¿Tiene sospechas de quién pudo hacerlo?
-No, pero pudo ser cualquiera. Cuando se produjo el apagón, se oyeron varios gritos agudos y estridentes, como de un animal que está siendo sacrificado. Al rato, se encendieron las luces y Don Mario apareció tirado en el suelo, en medio de un enorme charco de sangre.
martes, 21 de octubre de 2008
EL TRANSEÚNTE


Cuando llegó a aquella ciudad, lo primero que le llamó la atención fue que no podía acceder a ella con su vehículo. Habían habilitado un parking con una placa en la entrada en la que aparecía dibujado un gran muñeco verde, similar al de los semáforos.
Se dio cuenta también de que no había edificios de varias plantas, como en su ciudad. Las viviendas eran casas bajas sin escaleras a las que se accedía por medio de rampas.
Al doblar una esquina, fue atropellado por un extraño sidecar que conducía un joven. El chico le dijo que tenía que mirar por donde iba, ya que estaba fuera de su zona. Después continuó su camino.
En un principio no entendió la recriminación del joven, pero al mirar a su alrededor, observó que habían pintado en el pavimento una franja verde discontinua por donde estaba obligado a caminar. Una señal como la del parking se lo indicaba.
Afortunadamente el percance no tuvo consecuencias para su integridad física y pudo continuar andando.
Le extrañó que no hubiera otras personas caminando por aquella ciudad.
Se fijó también en las tiendas y los establecimientos públicos. Tampoco tenían escaleras y las ventanas y las puertas eran demasiado bajas.
Por curiosidad entró en una cafetería. Al bajar la rampa de acceso, vio que en el salón había bastantes mesas. Muchas de ellas estaban vacías, pero no tenían sillas a su alrededor. Sólo en un pequeño espacio, al fondo del local, había dos sillas desocupadas con su mesa correspondiente. En la pared, detrás de esas dos sillas, figuraba una placa donde estaba escrita la palabra "reservado" junto al dibujo del muñeco verde.
Se acercó al mostrador para pedir su consumición. La barra tenía muy poca altura. Detrás de ella había un hombre sentado. Esperó un poco a que se levantara, pero no lo hizo. Pidió su bebida y se dirigió al fondo del local para ocupar una de las dos sillas vacías. Al pasar junto a otras mesas, se fijó en que los demás clientes estaban sentados en sillas diferentes a las dos que estaban desocupadas en el espacio reservado. Todos le miraban descaradamente. En muchas de esas miradas advirtió gestos de lástima hacia su persona. Se encontraba extraño en aquel lugar. Todo le parecía hostil.
Al salir de la cafetería sintió un gran alivio. El día era soleado y la temperatura invitaba a seguir paseando.
jueves, 16 de octubre de 2008
PALABRAS SIN NOMBRE
Tantas palabras que esperan,
invenciones, clareando,
- mientras haya -
amanecer de poema.
PEDRO SALINAS
martes, 14 de octubre de 2008
EL FABULADOR

Antonio Sevillano daba clases en un estudio de pintura. Aunque su trabajo no le disgustaba, porque era bastante creativo, lo que realmente le gustaba a Antonio era contar historias. Siempre que tenía ocasión, narraba anécdotas a sus alumnos. Éstos dejaban a un lado el pincel y se quedaban embobados escuchándolo.
Antonio tenía una imaginación portentosa; era capaz de inventar las historias más increibles.
Sus alumnos estaban encantados, porque además de aprender a pintar, escuchaban los relatos más sorprendentes que jamás habían oído. Al principio, Antonio contaba anécdotas que duraban cinco o diez minutos pero, con el tiempo, sus alumnos le fueron pidiendo que ampliara la duración de los relatos.
El profesor de pintura se hacía, casi siempre, de rogar. Le llenaba de orgullo que le pidieran contar historias y, con una actitud de modestia ensayada, comenzaba un nuevo relato para satisfacer a sus oyentes.
En poco tiempo, la fama de Antonio como narrador se extendió con la fuerza del canto de un gallo en la madrugada. Los alumnos fueron diciendo a sus amigos, familiares o conocidos que tenían un profesor de pintura que contaba unas historias increibles. Las clases se llenaron. No quedaba una sola plaza en la academia.
Cada vez que Antonio Sevillano entraba en el aula, se hacía un silencio expectante. El profesor cogía una banqueta y la situaba en el centro del estudio, y como un predicador que sabe que sus palabras van a causar un efecto hipnótico en sus discípulos, lanzaba por su boca de hechicero frases que hacían esbozar sonrisas de felicidad a su audiencia.
Las historias eran de lo más variopinto; hablaba de poetas desorientados que vagaban por el mundo en busca de la ansiada inspiración o de miembros del cuerpo humano que hacían una huelga en contra de los duros trabajos a los que eran sometidos por el cerebro, y también de abogados respetables que por la noche se convertían en asesinos o de animalillos del bosque que se ponían de acuerdo para dar su merecido a un lobo abusón.
Algunos alumnos, inspirados por los relatos de Antonio, hacían bocetos de escenas o dibujos de los protagonistas de las historias. Otros, cerraban los ojos e intentaban imaginar los lugares y personajes que describía el narrador.
La academia se convirtió en una fábrica de imágenes inéditas inspiradas por el peculiar profesor.
Un día, Antonio entró desorientado al estudio. No parecía reconocer a sus alumnos. Éstos, en seguida notaron el desconcierto del maestro y se miraron unos a otros sin saber qué hacer.
De repente, el fabulador comenzó a decir frases inconexas. Se acercó a la mesa de las herramientas y cogió unas tijeras cuyo filo brillaba amenazador en el aire. Varios alumnos intentaron detenerlo, pero ...
- Señor Sevillano, señor Sevillano ... ¿es que no me oye?
-¡Ah! Sí ... perdón, señor director. Estaba distraido.
-Usted siempre está distraido, tiene la cabeza en las nubes. ¿Ha terminado los informes que le pedí?
- Pues ... el caso es que los estaba ultimando.
- No sé que voy a hacer con usted. Lleva toda la mañana para redactar esos malditos informes. Los quiero dentro de quince minutos, ¿me oye?, ¡quince minutos!
viernes, 10 de octubre de 2008
CELADAS


El Alcalde sobrevolaba en helicóptero la ciudad para supervisar las obras de tráfico. Muchas calles adyacentes y accesos a la vía principal de circulación habían sido cortados.
Entretanto, el Presidente de su partido mantenía una dura disputa con la máquina de ajedrez. La partida estaba muy igualada y llevaba varios minutos atascado y sin saber qué pieza mover.
El político comparaba este juego con la vida misma. Para él, vivir era como disputar una interminable partida de ajedrez, donde tienes que estar constantemente sorteando obstáculos y tomando decisiones en un período limitado de tiempo.
De todas las piezas, la única que le sacaba de quicio era el caballo; la comparaba con la actitud voluble de algunos políticos: un paso para adelante o para atrás, salto, dos casillas para la derecha o hacia la izquierda; o bien ... En definitiva, sus movimientos le parecían desconcertantes. Aunque tenía que reconocer que, en ocasiones, esa ambigüedad le había servido para encauzar más de una partida.
De pronto, se le ocurrió hacer una jugada, que en un principio le pareció disparatada, pero después consideró que, si la máquina respondía como él esperaba, le podría dar una ventaja definitiva sobre el rival.
Contraviniendo sus costumbres conservadoras, tomó con firmeza uno de los caballos, el que hasta el momento le había dado más victorias parciales durante la partida, y lo entregó con decisión al ejército enemigo.
lunes, 6 de octubre de 2008
BREVE HISTORIA DE CÓMO SURGIÓ "LABERINTO"
A partir de esta frase comencé a construir el argumento de "Laberinto". Me interesaba experimentar qué se siente en esa situación. Por eso escribí el cuento en primera persona; para
empatizar con mi personaje y poder meterme en su piel.
Antes de escribir un relato, suelo tener en mi cabeza un esquema previo de lo que quiero contar. En "Laberinto" sólo tenía el interrogante inicial. Lo demás surgió espontáneamente. El personaje y yo fuimos encontrándonos con las dificultades a medida que avanzaba la historia. No tenía ni idea de lo que iba a pasar al doblar la siguiente esquina ni, por supuesto, cuál sería el final del cuento. Eso supuso que nos salieran al paso situaciones inesperadas que tuvimos que sortear. Fue como avanzar a ciegas por un campo sembrado de minas o arrastrarnos penosamente por un desierto sin mapas ni brújula.
El final me sorprendió tanto como a mi personaje. Tenía que cerrar la historia, situarla en un contexto coherente. Y se me ocurrió, sobre la marcha, un final inesperado.
Después de releer varias veces el cuento, se lo llevé a mi amigo y crítico personal Fernando Nuño para que me diera su opinión. Luego surgió la idea de hacer el cortometraje, la colaboración de Berta con el guión, las ilustraciones de Fernando (la que muestro aparece en la contraportada del libro ilustrado de mi cuento que me regaló). Por cierto, si queréis ver buenos dibujos, sólo tenéis que entrar en el blog de Fernando: http://fernusan.blogspot.com/ Os garantizo que os va a sorprender y no es pasión de amigo.
Ahora queremos rodar el corto. A ver si conseguimos llevar el proyecto a la práctica, me haría mucha ilusión. Pero antes tenemos que solucionar una serie de problemillas, entre ellos la localización de las escenas. En fin, espero que con paciencia y buena voluntad podamos lograrlo.Ya iré contando cómo evoluciona todo esto.
miércoles, 1 de octubre de 2008
ISLAS DE TIEMPO

Vivimos encerrados
en islas de tiempo
donde los instantes se deslizan
en nuestros relojes de arena.
Canta el viento en el aire
y las aves se disputan
el eco de los arrecifes.
El tiempo, nuestro tiempo:
gaviota temeraria
que se asoma al vértigo
de los acantilados.
A carrera tendida
a tumba abierta
por senderos de roca
por dunas
y por playas.
Recorremos la isla
con pasos de gigante
huyendo de la noche
del frío
y la mañana.
Un angustiado grito
un lamento herido
y el eco no responde
y no responde nadie.
y mientras. . .
Las horas transcurren
en el vientre de la caverna
como la soledad de un naúfrago
en el silencio de su isla.
sábado, 27 de septiembre de 2008
SILENCIO

jueves, 25 de septiembre de 2008
ABRIENDO UNA VENTANA AL EXTERIOR

Hace algunos años, emprendí la aventura de crear un grupo literario con el fin de intercambiar experiencias con otros escritores. Me fui por los cafés de la zona de Malasaña y los inundé de carteles anunciando mi propósito. La experiencia resultó frustrante. Me llamaron algunas personas por teléfono, quedé con ellas para hablar de los objetivos que pretendía conseguir y del funcionamiento en general del grupo. Muchos se interesaron en el proyecto y nos intercambiamos los móviles, pero, a la hora de la verdad, la gente no acudía al lugar de reunión o los que venían lo hacían de manera irregular y sin comprometerse con la causa. Desilusionado ante tanta informalidad, abandoné mi proyecto.
Me di cuenta de que, en los tiempos que vivimos, la gente funciona de otra manera; se vive de forma acelerada, somos como niños que queremos ver resultados enseguida, lo que importa es la inmediatez.
Cuando mi buen amigo Fernando Nuño (Fernusan) me dijo que existía la posibilidad de dar a conocer a los demás tus reflexiones y creaciones a través de internet, no me lo pensé. Me aventuré a crear mi blog y aquí estoy, dispuesto a abrir esta nueva ventana al exterior.
Éste no es el grupo literario que había concebido, pero sí un medio para relacionarme con otros creadores y con todos los que quieran expresarme sus opiniones.
Me gustaría que todos los que entréis en mi blog, me contarais vuestras experiencias; si habéis creado o asistido a algún taller literario. Sería interesante crear un taller literario virtual mediante nuestros respectivos blogs. ¿Qué os parece la idea?, ¿cómo creéis que se podría llevar a cabo? Gracias por anticipado a todos los que me aportéis vuestras ideas y experiencias. Espero vuestros comentarios.