viernes, 10 de octubre de 2008

CELADAS




El Alcalde sobrevolaba en helicóptero la ciudad para supervisar las obras de tráfico. Muchas calles adyacentes y accesos a la vía principal de circulación habían sido cortados.
El político observaba el lento avance de las capsulitas de colores en una hilera ordenada e interminable. De repente, sus ojos se fijaron en un glóbulo rebelde que tomaba un camino prohibido para escapar del cadencioso fluir de la arteria principal. Una breve sonrisa se dibujó en sus labios cuando vio que un obstáculo le impedía continuar y tenía que regresar a la fila con los demás.
Entonces el Alcalde recordó su época de estudiante. Le vino a la memoria un experimento que hizo un científico con unas ratas. Consistía en introducir a los animales en un laberinto para que memorizaran un camino determinado. Para ello, instaló unos dispositivos eléctricos en todos los pasillos, salvo en la calle por donde quería que circularan. Cada vez que se desviaban de este camino, sufrían una pequeña descarga eléctrica. Cuando conseguían llegar al final del pasillo elegido, obtenían una recompensa. El maquiavélico científico les hacía pasar una y otra vez por el laberinto hasta conseguir que las ratas recorrieran sin equivocarse el camino correcto.
El Alcalde encendió la radio del helicóptero, y dio instrucciones precisas a la Policía Municipal de cortar otras calles adyacentes e incrementar la vigilancia para evitar que los conductores infringieran las normas de tráfico.

Entretanto, el Presidente de su partido mantenía una dura disputa con la máquina de ajedrez. La partida estaba muy igualada y llevaba varios minutos atascado y sin saber qué pieza mover.
El político comparaba este juego con la vida misma. Para él, vivir era como disputar una interminable partida de ajedrez, donde tienes que estar constantemente sorteando obstáculos y tomando decisiones en un período limitado de tiempo.
De todas las piezas, la única que le sacaba de quicio era el caballo; la comparaba con la actitud voluble de algunos políticos: un paso para adelante o para atrás, salto, dos casillas para la derecha o hacia la izquierda; o bien ... En definitiva, sus movimientos le parecían desconcertantes. Aunque tenía que reconocer que, en ocasiones, esa ambigüedad le había servido para encauzar más de una partida.
De pronto, se le ocurrió hacer una jugada, que en un principio le pareció disparatada, pero después consideró que, si la máquina respondía como él esperaba, le podría dar una ventaja definitiva sobre el rival.
Contraviniendo sus costumbres conservadoras, tomó con firmeza uno de los caballos, el que hasta el momento le había dado más victorias parciales durante la partida, y lo entregó con decisión al ejército enemigo.






1 comentario:

fernusan@hotmail.com dijo...

Me gusta mucho, el paralelismo de los dos escenarios es muy bueno.

Reconozco que no sabía que era celada, que puede ser importante para entender el cuento, aunque no fundamental. Un ser inteligente (y no yo) lo habría pillado igual.

Estás imparable, espero que dé dulces frutos pronto, porque te lo mereces.

Un abrazo!