
-Como pueden apreciar, señoras y señores, Fermín Peláez además de ser un hombre admirable es una persona muy modesta.
Han de saber ustedes que este hombre arriesgó su vida para rescatar a un compañero que había quedado atrapado en una galería y, en otra ocasión, le dio su nómina a otro compañero, que había perdido su empleo en la mina, para que pudiera comprar medicinas a su hijita ... Cuéntenoslo Fermín.
-Pues sí ... realmente ... así fue -contestó el señor Peláez con un hilo de voz.
El auditorio volvió a aplaudir con gran intensidad.
Fermín no sabía qué hacer. No paraba de tocarse el nudo de la corbata y de mover los pies.
-Realmente, ... estoy conmovida por la calidad humana de este hombre -dijo la presentadora enjugándose las lágrimas que le corrían por las mejillas-. Además de su faceta humana, que ha quedado patente esta noche, queremos resaltar sus cualidades como filósofo de la vida, con esa sabiduría popular que tienen las personas sencillas como él. Van a poder comprobarlo.
Fermín, ¿qué significa para usted la palabra amor?
-Pues ... es algo muy bonito que la gente se quiera, ¿no?
-¿Y qué opina del poder?
-Pues ... ya se sabe, como dice el refrán: "Donde hay patrón no manda marinero".
-¿Y ... la libertad?
-Pues ... yo la comparo con una gran tarta de chocolate. Tienes que ir tomándola poco a poco, porque si te la comes de una vez ... te empachas.
-¡Brillante, Fermín! ... Yo creo que se merece un fuerte aplauso, ¿no? -exclamó la locutora alzando los brazos.
Los espectadores del estudio se pusieron en pie. No dejaban de aplaudir al tiempo que coreaban sin parar el nombre del invitado.
La cámara enfocó a la presentadora fundiéndose en un abrazo con Fermín. Después, una exuberante azafata entregó al señor Peláez un enorme ramo de flores.
Aquella noche, Fermín Peláez no pudo conciliar el sueño. Estaba avergonzado. Tenía la sensación de haber hecho un ridículo espantoso.
Lo que más le extrañó fue que nadie le hubiera hecho ningún reproche. Todo lo contrario, la presentadora y el resto de responsables del programa le habían felicitado efusivamente. Los espectadores estuvieron aplaudiéndole durante mucho tiempo. El Director del programa le entregó un cheque con la cantidad económica prometida sin ponerle pegas y todos se habían creído que él era el auténtico invitado.
A la mañana siguiente, no paró de sonar el teléfono en casa del señor Peláez.
Las principales cadenas de radio y televisión querían entrevistarle. Le ofrecían cantidades económicas muy importantes y le felicitaban por su intervención en el programa la noche anterior.
El aluvión de llamadas fue impresionante. Fermín estaba tan abrumado y confuso que tuvo que descolgar el teléfono. Todos coincidían en decirle que iba a ser el nuevo fenómeno social.
Tenía un fuerte dolor de cabeza y tuvo que tomarse un tranquilizante para evitar una crisis nerviosa.
Decidió telefonear a la oficina para comunicarles que no iba a ir a trabajar porque estaba indispuesto. Se quedó muy sorprendido cuando la telefonista le dijo que el Director quería hablar con él.
-Buenos días, Peláez.
-Buenos días, señor Director.
-Quería felicitarle personalmente por su éxito de ayer. Aquí no se habla de otra cosa esta mañana. Su imagen aparece en la portada de los principales periódicos. Me ha dicho la telefonista que no se encuentra usted muy bien.
-Pues sí, señor Director, me duele mucho la cabeza y ...
-No se preocupe, Peláez, tómese el tiempo que necesite para reponerse. Le quería transmitir, en nombre de todos, que estamos muy orgullosos de usted.
Siempre es un honor tener un hombre de su valía en nuestra empresa. Ya hablaremos de una revisión de su contrato cuando se reincorpore.
-Gracias, señor Director.
Cuando colgó el teléfono, tuvo que tumbarse en el sofá para no sufrir un desmayo.
Por otra parte, comenzaba a experimentar una intensa sensación de bienestar.
Por fin era reconocido por el Director de la empresa.
Tantos años siendo un empleado trabajador y eficiente sin que valorasen su esfuerzo y ahora, de la forma más insospechada, el Director le tenía en consideración e iba a concederle el ansiado aumento de sueldo.
Fermín Peláez se levantó del sofá con renovadas energías y se quedó un buen rato frente al espejo del cuarto de baño.
Al ver reflejada su imagen, tuvo la sensación de ser una persona diferente; con mayor confianza y seguridad en sí mismo.
Pensó que quizás tuviera unas cualidades ocultas que él desconocía y los demás habían apreciado.
Fuera le esperaba el éxito. Las principales cadenas de radio y televisión querían entrevistarle.
Una oportunidad como la que se le presentaba sólo sucedía una vez en la vida y él tenía que aprovecharla.
Decidió llamar por teléfono al programa de televisión de mayor audiencia para concederles la entrevista que le habían solicitado.
Al día siguiente, se presentó puntual a su cita en los estudios. El personal se deshizo en atenciones con él. Le pidieron que tuviera la amabilidad de esperar en la sala de invitados hasta que lo llamaran para maquillarle.
Fermín se acomodó en un confortable sofá situado junto a la puerta.
De pronto, tuvo la sensación de que estaban hablando de él en el pasillo. Se puso de pie y se arrimó a la puerta, que había quedado entreabierta, para cerciorarse. En efecto, dos individuos hacían comentarios sobre él.
-Es increíble la popularidad que ha alcanzado en un sólo día el tipo ese, ... Fermín Peláez.
-Pues creo que hoy lo entrevistan en nuestro programa.
-Parece mentira, lo llevan una noche a la televisión, contesta cuatro chorradas y se hace famoso.
-Pero, ¿no te has enterado?
-¿De qué?
-De que todo es un montaje. Él no lo sabe ni el público, por supuesto, tampoco. Los principales medios de comunicación se han puesto de acuerdo para hacer de ese tipo una persona famosa.
-Y, ¿qué interés pueden tener?
-Es un experimento de marketing. Quieren comprobar su influencia sobre el gran público.
-Pero, ¿por qué han escogido a una persona tan vulgar?
-Ahí está el mérito, en conseguir que un individuo como él se haga famoso. Han hecho el seguimiento de las vidas de veinte ciudadanos anónimos. De entre todos ellos han escogido al tal Fermín Peláez por ser el más simple y el que lleva una vida más monótona.
-Pues, ya me gustaría a mí ser tan simple como él y ganar el dinero que le van a pagar por conceder entrevistas.
-¡Anda! y a mí.
Mientras le maquillaban, Fermín Peláez sonreía frente al espejo. Sus ojos desprendían un brillo muy intenso y las manos le habían dejado de sudar.